martes, 22 de julio de 2008

El último tren

Su tren saldría a las 20:00 horas. Esperaba en algún lugar de la estación, en el más oscuro de todos, ocultándose de los ojos curiosos que lo miraban de reojo de igual forma que quería ocultarse del mundo entero. Consumía un cigarrillo tras otro y comparaba ese maldito vicio de muerte con ella, con aquella mujer que lo había matado poco a poco. Casi se sentía como el polvo en el suelo reducido a nada y se preguntó si huir le salvaría, se preguntó si quería salvarse, ya no sabía nisiquiera si se quería. Si se hubiese podido ocultar de si mismo lo habría hecho con gusto, y esa era su agonía, ver cada día en lo que se había convertido, en una sombra tan oscura como la noche más cerrada, en la sombra que velaba su cuerpo muerto, que deambulaba ya sin ganas, con paso cansado y viviendo tan solo de su recuerdo, de sus sueños rotos.

Recordaba en esa estación, esperando un tren que no deseaba coger, tirado en ese rincón helado, cerca de un trastero donde los empleados de la limpieza guardaban sus productos. Recordaba como la quiso desde el primer momento, aunque él no lo supiera, cuando la odiaba, ya la quería. Tenía ese algo que caracteriza a los imanes, aunque él quisiera no acercarse, algo ajeno que ignoraba el control de su cuerpo y sentidos, le invadía. La fue queriendo cada día más, y él aún no se daba cuenta. Se forjó una amistad indestructible que nadie traspasaría ni con mil cañones, y después sintió que se moría cuando le habló de aquel chico. La amistad más fuerte y la más cruel de las torturas. Nunca dijo nada, se moría por comérsela a besos a cada rato, y siempre guardó su secreto, nunca nadie lo sabría, la querría en silencio, sería su perro guardián, el asesino de sus enemigos y el que adoraría a sus amados si conseguía que esa sonrisa nunca se le fuese del rostro. Por ella y para ella vivía muriendo cada día, sin sospechar siquiera en lo que se estaba convirtiendo.
A veces cuando le hacían daño, él corría bajo su balcón y recogía sus lágrimas, dejándolas correr por su garganta después, envenenándose de su dolor, muriéndose en una agonía cerrada, sin gritos... cuando ella conciliaba el sueño, subía hasta su balcón y la contemplaba un buen rato, grabando a fuego cada rasgo, cada curva, cada parte de aquellas visiones nocturnas que sus ojos robaban. Él fue su esclavo eterno, ella lo adoraba a su manera, pero nunca fue suficiente, deseaba sus labios como el pobre un cacho de pan, se deshacía en la locura más profunda de su desesperación por ella, de pensar que no sería más de lo que era y poco a poco se fue destruyendo.
Llegaron largos periodos sin verse, se distanciaba de él al paso de una tortuga, pero ese paso era gigantesco para él. Empezó a salir con un chico, algo que ella se merecía, sin duda y así pensó que ya no era necesario. Desaparecería, no sin antes sacar ese secreto que se lo comió por dentro. Trepó por su balcón y le dejó una carta contándoselo todo. Esa misma tarde cogería el tren.

Faltaban tan solo dos minutos, se dirigió al andén y se encendió otro cigarrillo que se consumía muy rápido. No llevaba maletas, no las necesitaba, lo único que había necesitado lo había perdido, de hecho lo perdió sin haberlo poseído nunca y pensar eso le dolió aún más. Vio que el tren venía de lejos y tiró el cigarrillo que no terminó de fumar. Abrió los brazos y se dejó caer a las vías, en el tiempo justo, nadie pudo reaccionar. No perdió el tren, lo cogió sin miedo, sin mirar atrás y hasta sin recordarla por última vez, en esos últimos segundos pensó en él, pensó que eso lo haría por él, para él, y murió sonriendo, solo por él.

5 comentarios:

not exactly dijo...

¿Por qué un chico? Me preocupas y asustas. Ojalá estuviera allí para abrazarte. Si es que sirve de algo.

Te quiero mucho, pequeña.

Madness dijo...

Recuerdas cuando eras tu la que me asustabas y preocupabas? Tu abrazo me serviría de mucho,de mucho mucho, hay días que todo me supera.

Yo también te quiero. ojalá pudiera verte un ratito pequeño.

Anónimo dijo...

Cariño mio.....me asustas...ese trabajo te amarga la existencia... menos mal que el sabado te salvo y por lo menos no piensas en las plagas de los bichos...

Te quiero.

Miriam dijo...

Bueno, sinceramente no me parece que esa solución sea la más adecuada, sin duda alguna la mas rápida... ¿pero la mejor?

Se dice que después de la tormenta viene la calma y si uno se precipita en tomar este tipo de decisiones, no podrá gozar de ella.

Me gusta pensar que todos los problemas y los malos momentos que nos ocurren en nuestra vida nos hacen unas personas mas fuertes y mas sabias, y que cuando todo parece irremediablemente perdido, siempre se encuentra la clave que te da la paz y la armonía que se necesita.

Besitooos

not exactly dijo...

Creo que la estupidez humana nunca dejará de sorprenderme.

Lee esto, atención a los comentarios anónimos.
http://almenosparami.blogspot.com/2008/07/un-pasaje-en-clase-turista.html

¿No está esto en contra de la libertad de expresión? Si ellos son un colectivo nosotros otro, y más numeroso.